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ESPERANDO AL TRANSFORMADOR


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Pitágoras, cuando era preguntado sobre qué era el tiempo, respondía que era el alma de este mundo. – Plutarco


La irrupción de la Persona más Importante de la Historia -Jesús- no fue un acontecimiento al azar, al contrario, estaban las condiciones históricas precisas para el desenvolvimiento de la persona de Jesús y su mensaje.


El pueblo Judío, quien era la depositaria de la promesa de un Mesías –El Ungido- que los salvara y libertara, estaban expectantes por la llegada de este líder que, los devolviera a la grandeza nacional experimentada durante los reinados de David y Salomón.


Especialmente entre los siglos II y I A.C, las expectativas por la llegada del Mesías eran cada vez más fuertes, pero también los era la sumisión y sufrimiento de los Israelitas a manos de potencias extranjeras -Asiria, Babilonia, Persia, Grecia, Roma- y no es de extrañar, la efervescencia nacional por la llegada del libertador.


No solamente Israel estaba preparado para la llegada del Mesías, también lo estaba el mundo entonces conocido, quien bajo el control absoluto del Imperio Romano, había alcanzado las condiciones necesarias para la difusión de la Persona y Obra de Cristo.


La Pax Romana, la unificación del mundo en un sistema político, el uso del griego Koiné como idioma universal, el sistema de carreteras imperial, la insatisfacción de las masas con las religiones paganas, etc. Son sólo algunos factores que ayudan a reafirmar la irrefutable verdad que, Cristo nació en el tiempo y lugar preciso, para la masificación de su obra y mensaje de Amor.


Pero, cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley. – Gálatas 4:4




Sebastian G. Opazo

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